miércoles, 25 de junio de 2014

MAITREYA YOGA ALCORCON: El yoga puede reducir la fatiga y la inflamación en las mujeres que han superado un cáncer de mama



 

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La práctica de yoga durante al menos tres meses puede reducir la fatiga y la inflamación en las pacientes que han superado un cáncer de mama, según ha descubierto un nuevo estudio, cuyos resultados publica «Journal of Clinical Oncology». Cuanto más practicaron yoga las mujeres que participaron en la investigación, mejores fueron los resultados. A los tres meses de la práctica formal de yoga, la fatiga era un 57 por ciento menor en las
mujeres que habían practicado yoga en comparación con el grupo que no hizo siguió
disciplina y su inflamación se redujo hasta en un 20 por ciento.

Las participantes del estudio, 200 mujeres, completaron todos los tratamientos contra el cáncer de mama antes del inicio del estudio y sólo se reclutó a novatas de yoga para este ensayo clínico aleatorio y controlado. Las participantes practicaron yoga en pequeños grupos dos veces por semana durante 12 semanas.
Las mujeres del grupo de control estaban en lista de espera para recibir las mismas sesiones de yoga una vez que el análisis terminó y durante el estudio, se les instruyó para seguir con sus rutinas normales y no a hacer yoga. «Esto demostró que la práctica modesta de yoga durante un periodo de varios meses puede tener importantes beneficios para las sobrevivientes de cáncer de mama», resalta Janice Kiecolt -Glaser, profesora de Psiquiatría y Psicología en la Universidad Estatal de Ohio, Estados Unidos, y autora principal del estudio. «También creemos que los resultados podrían generalizarse fácilmente a otros grupos de personas que tienen problemas con la fatiga y la inflamación», agrega Kiecolt-Glaser, también investigadora en el Centro Integral del Cáncer del Estado de Ohio y el Instituto de Investigación de Medicina del Comportamiento, también en Estados Unidos.
Aunque muchos estudios han sugerido que el yoga tiene numerosos beneficios, este es el ensayo controlado aleatorio más grande conocido, que incluye medidas biológicas, apunta Kiecolt-Glaser.
El equipo de investigación se centró en las sobrevivientes de cáncer de mama debido a que los rigores del tratamiento pueden ser agotadores para los pacientes. «Uno de los problemas a los se que enfrentan es una reducción real de la capacidad cardiorrespiratoria. El tratamiento es muy debilitante y están muy cansadas. Es una espiral descendente», lamenta Kielcot-Glase. «Ésa es una razón por la que pensamos que hay altos niveles de inflamación en los sobrevivientes de cáncer, lo que significa que una intervención que potencialmente reduzca la inflamación podría ser muy beneficiosa», añade.
Los riesgos de la inflamación crónica
La inflamación crónica está ligada a numerosos problemas de salud, incluyendo la enfermedad coronaria del corazón, la diabetes tipo 2, la artritis y la enfermedad de Alzheimer, así como la fragilidad y la disminución funcional que puede acompañar el envejecimiento.
Todas las mujeres en el estudio completaron una serie de encuestas para evaluar su fatiga, nivel de energía, síntomas depresivos, calidad del sueño, actividad física y consumo de alimentos. También dieron muestras de sangre de referencia que los investigadores utilizan para medir los niveles de varias proteínas relacionadas con la inflamación.
Las participantes tenían edades de entre 27 y 76 años y entre dos meses a tres años anteriores al último tratamiento quirúrgico o radioterapia. Kiecolt-Glaser y sus colegas seleccionaron deliberadamente mujeres de diversas edades, en distintas etapas del cáncer (entre 0 y 3A) y los métodos de tratamiento por lo que los resultados podrían ser generalizados a una amplia población de sobrevivientes de cáncer, consideran los autores.
Cada grupo de yoga estaba formado por entre cuatro y 20 mujeres que practicaron las mismas posturas durante sesiones de 90 minutos dos veces por semana y los investigadores alentaron a las mujeres a practicar en casa. Inmediatamente después de la fase activa del ensayo, las mujeres en el grupo de yoga notaron, en promedio, una caída del 41 por ciento en la fatiga y una vitalidad un 12 por ciento más alta en comparación con el grupo que no practicó yoga.
Para ver los niveles de inflamación de las participantes, los científicos midieron la activación de tres proteínas en la sangre que son marcadores de la inflamación, llamadas citoquinas proinflamatorias. Generaron la actividad de la proteína mediante la inyección de un compuesto que estimula una respuesta inmune. Las proteínas son interleucina-6 (IL-6), interleucina-1 beta (IL-1B) y factor de necrosis tumoral-alfa (TNF-a).
Tres meses inmediatamente después de que comenzaran las sesiones de yoga, los tres niveles de citoquinas proinflamatorias fueron inferiores, en promedio, en el grupo de yoga en comparación con los controles: TNF-a, un 10 por ciento; IL- 6, un 11 por ciento, y IL-1B, un 15 por ciento. «Nos quedamos muy sorprendidos por los datos, ya que algunos estudios más recientes sobre el ejercicio han sugerido que las intervenciones de ejercicios pueden no necesariamente reducir la inflamación a menos que las personas tengan sobrepeso sustancial o problemas metabólicos», apunta Kiecolt-Glaser.
«En este grupo, las mujeres no perdieron peso, pero vimos reducciones muy notables en la inflamación, algo que fue especialmente llamativo de encontrar biológicamente», añade.
Mejora del sueño
Un análisis secundario mostró que la práctica de yoga más frecuente produjo grandes cambios en la fatiga, la vitalidad y los síntomas depresivos así como entre una reducción media del 4 al 6 por ciento en dos de las tres citoquinas proinflamatorias. El grupo de yoga informó también de mejoras significativas en el sueño en comparación con el grupo control. «El yoga tiene muchas cosas para ello: meditación, respiración, estiramiento y fortalecimiento. Creemos que los componentes de respiración y meditación fueron muy importantes en relación a algunos de los cambios que vimos», subraya Kiecolt-Glaser.
A los seis meses del estudio, tres meses después de completar la intervención, los investigadores descubrieron que las medidas de salud en el grupo de yoga habían seguido mejorando en esa ventana de tiempo: la fatiga fue 57 por ciento menor y la inflamación fue entre un 13 y un 20 por ciento menos que el grupo que no hizo yoga. «Creemos que la mejoría del sueño podría ser parte del mecanismo de lo que estábamos viendo. Cuando las mujeres dormían mejor, la inflamación podría haberse rebajado-- argumenta Kiecolt -Glaser--. La reducción de la fatiga permite a las mujeres participar en otras actividades con el tiempo, así que el yoga puede haber ofrecido una variedad de beneficios, además de sus ejercicios».
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