La contaminación electromagnética puede alterar los ritmos biológicos
Los humanos somos seres rítmicos. Las
estaciones marcan el compás de los 365 días del año, el corazón bombea sangre
por las arterias con un intervalo regular y los ritmos circadianos regulan los
ciclos de sueño y vigilia. Científicos como José Luis Bardasano, investigador
del departamento de Especialidades Médicas de la Universidad de Alcalá,
están advirtiendo de las posibles interacciones que las ondas electromagnéticas
de los dispositivos electrónicos pueden causar en nuestros ritmos biológicos.
“La encargada de sincronizar los ritmos de sueño-vigilia es la luz, que tiene
una pequeña franja del espectro de radiaciones electromagnéticas y es la que
pone en hora los ritmos de nuestro propio cuerpo, a través de los relojes
biológicos. Cuando los ritmos se descompensan por algún motivo, como las ondas
electromagnéticas, aparecen cronopatías que pueden alterar los ritmos
celulares, creando serios problemas”, explica el profesor de la Universidad de
Alcalá.Para demostrarlo, el equipo de Bardasano registró las ondas cerebrales
de personas oyentes y de pacientes con hipoacusia coclear – sordera- mientras
escuchaban una conversación a través del teléfono móvil y comparó estos
electroencefalogramas (EEG) con los obtenidos en estado de reposo. Los
resultados indican modificaciones en el EEG de los dos grupos objeto de
estudio, siendo evidente el incremento de las amplitudes de las ondas alfa y
theta.
“Esto quiere decir que las ondas
electromagnéticas del móvil afectan también el cerebro de una persona que no
puede oír. Si estamos al lado de una persona que está teniendo una conversación
por teléfono móvil, nos está alterando las ondas cerebrales. Aunque no podamos
verlas, las ondas electromagnéticas hacen que nuestro cerebro dé una
respuesta”. Éstas y otras conclusiones han sido publicadas en varias revistas
científicas y se recogen en el capítulo número cinco del libro Mobile
Telephones: Networks, Applications, and Performance(Nova Publishers, 2008).
“No debemos olvidar que, desde el punto de vista termodinámico, somos sistemas
abiertos en un estado de equilibrio dinámico estacionario. De manera constante
entra y sale de nuestro organismo materia y energía. Somos seres bioquímicos,
pero también biofísicos y la electricidad y el magnetismo nos influye”, apunta
el investigador de la
Universidad de Alcalá.
“Los seres vivos buscan siempre la
armonía con la naturaleza y la glándula pineal es quien dirige la orquesta,
inspirado siempre por la luz y ayudado por la melatonina, su hormona mensajera.
Si se rompe el ritmo de manera continuada se generan trastornos denominados
cronopatías”. Por ello José Luis Bardasano indica que “es necesario investigar
rigurosamente hasta qué punto nos está ya afectando la radiación
electromagnética. En el caso de la telefonía móvil no se ha aplicado de forma
correcta el principio de precaución de salud ambiental, en el que lo inventado
siempre es culpable”.
Las radiaciones electromagnéticas
pueden convertirse en grandes aliados de la salud debido a sus múltiples
aplicaciones terapéuticas. Un ejemplo de ello es la soldadura de los huesos con
piezoelectricidad- que ocurre de forma natural al caminar, debido a la fricción
entre el suelo y los pies- promoviendo de esta forma la regeneración de los
osteoblastos. Estas radiaciones también permiten a los médicos mejorar el
diagnóstico de diversas patologías gracias a los rayos X, el escáner y la Resonancia Magnético
Nuclear (RMN).
El equipo de la UAH ha encontrado una nueva
aplicación del electromagnetismo y mitiga los temblores del Parkison con un
gorro, que estimula los ganglios basales del cerebro, mediante un campo
magnético. “Cuando falla la química en la sinapsis se puede restablecer la
comunicación entre las neuronas mediante un campo electromagnético. Hay
hipótesis que afirman que, debido a la plasticidad de las neuronas, se pueden
crear nuevas conexiones entre estas células. Al existir muchas sinapsis, existe
mucha información y la comunicación neuronal se puede activar”, afirma Bardasa
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